Personaje

Miroculus: La iniciativa chileno-griega que podría identificar y trackear el Covid-19

El objetivo era hacer pruebas rápidas para detectar cáncer gástrico, pero hoy ampliaron la capacidad de su tecnología a otras enfermedades. “Permitirá detección, prevención, tratamiento y monitoreo. ¡Incluso saber dónde podría haber rebrotes de Covid!”, aseguran desde EE.UU.

Por: María José López | Publicado: Domingo 23 de agosto de 2020 a las 04:00 hrs.
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La comparación es más o menos así: existe la imprenta, que es una máquina gigantesca que trabaja a gran escala en miles de papeles. Y en la otra vereda está la impresora pequeña, transportable, más rápida y económica que su antecesora. “Ese sería el símil con lo que hacemos. Lo que ese aparato es al mundo editorial, lo es nuestra tecnología a la ciencia. Es una revolución”, grafica Alejandro Tocigl (36), cofundador de Miroculus, firma norteamericana que tiene su origen en el 2015, cuando desarrolló un dispositivo para detectar cáncer gástrico con una prueba de sangre, y que ahora, cinco años después, inicia un enorme proceso de expansión: están transformando su tecnología en una capaz de automatizar y simplificar la lectura de ADN para identificar cáncer y otro tipo de enfermedades, captar su origen, su brote, trazarlo y recomendar con qué tratamiento específico debiera seguir. Eso no es todo. Hace tres semanas iniciaron conversaciones con una de las principales empresas de secuenciación de ADN del mundo para desarrollar tests Covid en conjunto –con esa misma precisión y alcance– a escala internacional. “Sería nuestra incursión en la pandemia y lograr esa trazabilidad y análisis, sería otra revolución”, asegura.

La analogía de la imprenta, cuenta Tocigl, la hizo Andrés Pesce, líder del área de inversión de riesgo e impacto del Grupo Ibáñez-Atkinson, durante una reunión junto a un grupo de inversionistas. “Me pareció muy gráfica y precisa para explicar qué es lo que hacemos. La infraestructura antigua, tradicional, es del porte de una sala, cuesta cientos de miles de dólares y muy pocos laboratorios tienen acceso a esas pruebas. Nosotros democratizaremos esa entrada”, adelanta el ingeniero comercial desde el laboratorio de la firma en San Francisco, EEUU. Lo acompaña su socia, doctora en Biología Molecular del Instituto de Biología Molecular de Europa, la griega Foteini Christodoulou (37) y detrás de ellos se ven los otros 50 expertos que forman el equipo que en estos años ha cautivado a varios family offices chilenos: además de los Ibáñez, ahí han puesto fichas Isidoro Quiroga, Eduardo Ergas, José Luis Del Río, la familia Daire, Agustín Huneeus, los científicos Pablo Valenzuela y Sebastián Bernales, entre otros.

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Las 4 funciones

   Alejandro Tocigl cuenta que lo que dice la polera de su socia Fay –mix, heat/cool, wash, elute–, es la base de lo que se lee en la de él: Miroculus. Ella viste de blanco, él de negro y esta entrevista la dan desde San Francisco, donde residen hace cinco años y donde está establecida su compañía. “Así como hay 4 pares de base en el ADN que crean vida (guanina-citosina y adenina-timina), nosotros con estas 4 acciones (mezclar, calentar/enfriar, lavar y eluir) creamos ciencia. Esas 4 funciones son la esencia de nuestra tecnología”, explica Alejandro.

Antes de entender bien qué es lo que ellos hacen, hay que conocer algo de su historia. Alejandro estudió ingeniería comercial en la Universidad de Chile y en 2009 completó esa carrera en el Grand Ecole de Commerce (ESSEC), Paris. En el año 2013 viajó a EE.UU. donde cursó un programa en la Singularity University, institución académica y aceleradora de negocios ubicada en Silicon Valley, el cual tiene por objetivo promover la innovación con impacto social. Ahí conoció a Fay. “Éramos compañeros y como parte del programa, construimos un robot de Lego juntos y nos fue muy bien porque era muy eficiente”, recuerda ella. Su socio añade: “Yo la elegí porque era la más inteligente de toda la clase”. Ambos ríen.

Se propusieron trabajar juntos. Pero primero iban a hacer carrera cada uno por su lado. Alejandro volvió a Santiago donde trabajó en Fundación Chile como sub-gerente de Nuevos Negocios. Y Fay terminó su postdoctorado, cuyas investigaciones sobre ADN y cáncer fueron publicadas y destacadas en las revistas Cell, Nature y Science. Ella tenía claro que quería avanzar en esa área, pero Alejandro no. “Me propuse emprender en algo que pueda mejorar la calidad de vida de las personas. Pero no quería era entrar en el área de salud porque mi padre había muerto de cáncer, y estaba muy decepcionado de todo el sistema”, confiesa Tocigl.

Fay conocía esa historia. Pero lo animó igual. Su plan era crear un sistema que hiciera más simple y económica la detección de enfermedades, y hacerlo en Silicon Valley –“que es donde escalan las apuestas de este tipo”–, dicen. Ella aportaría su conocimiento en ciencias y él su experiencia en negocios. De la parte tecnológica se encargaría otro amigo de Singularity, Jorge Soto, ingeniero del Tec de Monterrey. Antes de echar a andar la startup y volver a EE.UU., había que juntar la plata.

Y postularon a fondos: En Chile ganaron el de Desafío Clave, en México el de Gifted Citizens y en Grecia el de SFEE Innovation Project. Con esos recursos ($125,000), (hoy un tercio de sus inversionistas son chilenos) instalaron un laboratorio en el Instituto de Biología Molecular de Europa, en Heidelberg (Alemania) y comenzaron a cranear cómo debía ser su iniciativa: Fay se encargó de la ciencia mientras Alejandro y Soto del negocio y la tecnología. Crearon un prototipo de un dispositivo que podría detectar de manera precoz el cáncer de estómago, a través de microARN, que actúan como biomarcadores. Y la llamaron Miró (ver imagen). Entonces levantaron una segunda ronda de capital –de casi US$ 5 millones, aportados por fondos de capital de riesgo y family offices de Latinoamérica, y EE.UU.– que les permitió iniciar los estudios clínicos con el National Institutes of Health (NIH), la Universidad Católica de Chile y con dos hospitales más en Europa y en México.

Un año después decidieron dar un giro en el rumbo.

 

La base de la pirámide

A fines del 2016 Roche, que se especializa en diagnósticos, les hizo una sugerencia: que en vez de enfocarse en la molécula microARN para detectar cáncer gástrico, se especializaran en la automatización de pruebas o protocolos complejos para leer ADN. En simple, esto significa meterle tecnología de punta a la clásica prueba de ADN para analizarla en detalle y que los resultados puedan compartirse globalmente de inmediato. “El campo es mucho más grande, pueden ver todos los tipos de cáncer y enfermedades infecciosas. Hay una necesidad tremenda en cuanto a la lectura de ADN”, explica Fay. Tocigl añade: “Dijimos ‘wow, si queremos simplificar más el proceso y llegar a más personas, este es el camino’”.

“La tecnología que estábamos desarrollando tenía el potencial de ayudar a muchas otras enfermedades y no solamente en diagnóstico, sino que también en la prevención, detección, tratamiento, y monitoreo. ¡Incluso nos permite saber dónde podría haber rebrotes de Covid!”, aseguran desde San Francisco. Y en eso están abocados: a desarrollar la tecnología de Miró, explorarla y perfeccionarla. El proceso con que opera la máquina es el siguiente: un profesional (que no requiere de mucha expertise) toma una muestra de ADN (de cualquier parte del cuerpo), la instala con una pipeta en un cartridge y este se pone en Miró. El software de la máquina lo procesa (mezcla, calienta y enfría, lava y elude) y en 2 a 6 horas termina la prueba. “Esa muestra después puede ser analizada por una secuenciadora y en base al ADN puede determinar la enfermedad que tienes, cómo va a desarrollarse y qué tratamiento es el mejor”, asegura Alejandro. “Actualmente solo una punta de la pirámide tiene acceso a ese detalle de la información. Nosotros la llevaremos a la base”, promete.

El proyecto ha entusiasmado a expertos: en esto trabajan con Glaxosmithkline, una de las farmacéuticas más grandes del mundo; y con algunos centros de investigación en EEUU; como el UCSF, el Broad Institute de Harvard, el MIT, la Universidad de Stanford y el Nationwide Children’s Hospital. Además, instalaron oficina en Argentina, Colombia y Corea. Los inversionistas también están entusiasmados con los avances .“Es interesante conversar, conocer sus dudas y ver a Fay explicando sobre ciencia, es un lujo. Todos la quieren conocer”, asegura.

En noviembre la tecnología podría ver la luz. El impacto, aseguran, será enorme. Mientras hablan, hay cuatro máquinas haciendo pruebas y técnicos fabricando los cartuchos con que funciona Miró, que tiene un valor de 25 mil dólares y, según lo que ellos cuentan, es 10 veces más barata que un robot que se utiliza para automatizar estas pruebas de ADN. “Esta es una empresa glocal: a través del conocimiento local distribuido a distintas partes del mundo, hacemos una empresa global donde todo ese conocimiento es compartido en pos de la mejora sustantiva de la calidad de vida de las personas y de la evolución de la ciencia. Lo nuestro apunta a democratizar el acceso a las pruebas más avanzadas. Esas pruebas que te pueden salvar la vida”, remata Alejandro. “Miroculus simplifica la ciencia tal como la conocemos”, apunta la europea.

 

Covid

Hace menos de un mes Alejandro y Fay recibieron una llamada de una de las empresas de secuenciación de ADN más grandes en el mundo y les dijeron que estaban interesados en colaborar para desarrollar pruebas para covid en con la tecnología de Miroculus. “Lo que estamos hablando con ellos es realizar una prueba que permita diferenciar entre covid y algún tipo de influenza. En el otoño van a haber muchas personas que van a tener síntomas y es muy relevante diferenciar a gran escala”, relatan. Esta aplicación que están investigando permitirá identificar la secuencia exacta del covid y poder trackear su evolución así como el origen de posibles rebrotes. “Eso con un test de PCR no lo puedes saber”, explica Alejandro.

Precisamente por estos días Nueva Zelanda realiza un sistema de testeo en base al ADN para entender y trackear el virus. “Esto permite conocer cuál es la composición genética lo cual será también relevante ahora que se crea una vacuna”, indican.

“Si concretamos este acuerdo, lo que lograríamos es que muchos más países lo hagan porque no necesitas mucho dinero ni gente entrenada ni equipos. Con nuestro sistema simplificas eso para hacerlo en cualquier laboratorio del mundo”, aclaran. Esa es su revolución.

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